Sábado, 27, Abr, 6:45 PM

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Carlos Gómez – Ing. Forestal

Por lo general, la gente siempre relaciona los bosques con la producción maderera y  la conservación ambiental. Sin embargo, su potencial va mucho más allá de estos beneficios. El ser humano siempre ha utilizado los árboles como fuente de energía a través de las diferentes civilizaciones que han poblado el planeta.

La madera era no sólo un material valioso de construcción; también, una fuente inagotable de energía barata y eficiente. Hoy esto sigue sin variaciones. En muchos países del mundo, todavía hay pueblos que dependen únicamente de esta forma de generación de energía.

En Panamá, esta realidad se observa con mucha frecuencia en las comunidades rurales e indígenas. Inclusive, la leña (si es del árbol de  nance, mejor), se convierte crecientemente en un producto exclusivo para algunos restaurantes, pizzerías y panaderías de las diferentes ciudades.

Mucho se habla actualmente de la crisis energética que vive el planeta y el costo ambiental de seguir con la utilización de los hidrocarburos (por su impacto en el calentamiento global). ¿Qué alternativas existen, que sean viables? Una de las fuentes de energía renovable que genera mucho interés es precisamente la biomasa forestal proveniente de plantaciones forestales.

La biomasa forestal se puede utilizar de varias formas, por ejemplo, como “pellets” (comprimidos de madera) para produce calor en las casas durante el invierno o también como  materia prima para la bioelectricidad a través de una planta eléctrica.

Para generar esta bioelectricidad, se requieren grandes volúmenes de madera provenientes principalmente de plantaciones con especies forestales de alto rendimiento energético y de rápido crecimiento (3 a 5 años, según la especie). La ventaja de esta actividad es su neutralidad en emisiones de CO2, porque lo que se quema, se recupera inmediatamente con la reforestación y así, sucesivamente.

En Panamá, esta opción puede ser viable debido a la gran cantidad de áreas deforestadas (aproximadamente 2 millones de hectáreas), las que se pueden incorporar a la economía nacional y de paso, generar empleos y proteger el medio ambiente. Para los agricultores esto puede ser una oportunidad de negocios para vender sus residuos de biomasa que surgen de su actividad. Sin embargo, se requieren incentivos adecuados y un marco legal para desarrollar esta industria bioenergética.

Con el aumento de las inversiones en el país en toda clase de infraestructura, la necesidad de energía también aumenta lo que nos obliga a encontrar nuevas fuentes alternas para suplir esta demanda. Panamá  a mediano plazo puede combinar diversas fuentes de energía renovable y desarrollar parques eólicos, paneles solares y plantaciones forestales energéticas que ayudarían en gran medida a las que utilizamos actualmente, como las termoeléctricas y las hidroeléctricas.

No tenemos lamentablemente petróleo y menos plantas nucleares. Tarde o temprano tendremos que llegar a este escenario combinado de producir localmente electricidad, o volver a las guarichas.

Esta cultura del despilfarro energético ya tocó fondo, ahora nos toca cambiar el típico estilo de vida, nuestra forma de construir edificios y sobre todo, respetar la capacidad de resiliencia (tendencia a la recuperación luego de momentos de etapas de estrés o crisis) de este pequeño y único país, denominado Panamá.


El autor es Ing. Forestal.

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